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Facinvite® y Fastim® (factor de transferencia antes llamado Facinmune®) es un potente inmunoestimulante que se obtiene a partir de leucocitos. Los leucocitos son las células del organismo responsables de los procesos de inmunidad que permite la vigilancia interna permanente que nos previene del desarrollo de microorganismos o de células aberrantes. Los leucocitos usados como fuente del factor de transferencia son rotos y sometidos a un proceso de diálisis que permite la salida de moléculas de bajo peso molecular (menores a 10,000 daltones) que son las contenidas en FACINMUNE® y tienen el efecto inmunoestimulante.

La administración de Facinvite® y Fastim® (antes llamado Facinmune®) no representa ningún peligro ya que las moléculas más grandes, potencialmente peligrosas, permanecen excluidas. La evaluación clínica de los pacientes es la base fundamental para la prescripción de Facinvite® y Fastim®. El apoyo con pruebas de laboratorio (perfil inmunológico) es importante para corroborar el diagnóstico y vigilar la mejoría clínica. La indicación para la prescripción de Facinvite® y Fastim® como inmunoestimulante, se basa en que la inmunocompetencia de un individuo debe ser óptima para enfrentarse a la exposición a  microorganismos ambientales y para detener la expansión de las células propias que han perdido el control de su multiplicación y se han tornado en cancerosas.

Aunque por causa de las infecciones temporalmente podemos llegar a sufrir un estado de incomodidad o franca enfermedad, generalmente los mecanismos de inmunidad terminan por demostrar su eficacia y reestablecen nuestro estado de salud. Sin embargo, cuando hay algún factor agregado que haya alterado la inmunidad, hay riesgo de que la infección prospere o no sea eliminada oportunamente y se prolongue el estado patológico. Aquí es donde es de inestimable valor contar con Facinvite® y Fastim®, que al restaurar la competencia protectora, promueva la pronta recuperación del sujeto afectado y evita las recaídas. Facinvite® y Fastim® tienen un efecto directo sobre la inmunocompetencia del individuo. Su administración permite una restauración a corto plazo de la capacidad del sujeto para responder con eficiencia a los estímulos antigénicos, especialmente si éstos provienen de agentes infecciosos o células ya presentes en su medio interno (infecciones crónicas, neoplasias tempranas). Su administración oral lo hace muy seguro y por no contener moléculas de gran tamaño no tienen efectos tóxicos ni resulta antigénico, aún si es suministrado repetidamente. No se han demostrado efectos adversos o secundarios a la administración de Facinvite® o Fastim® (antes FACINMUNE®) o que su uso interfiera con la acción terapéutica de otros medicamentos usados simultáneamente

Los mecanismos de protección con que cuenta el organismo se dividen en dos grandes grupos, la inmunidad CONSTITUTIVA y la RESPUESTA INMUNOLOGICA.

La INMUNIDAD CONSTITUTIVA la componen estructuras anatómicas que funcionan como barreras primarias contra los gérmenes invasores. Desde luego está la piel, cuya relativa resequedad y constante descamación limita el crecimiento de microorganismos y ayuda a su eliminación, y de modo muy importante están las mucosas, cuya superficie ciliada recubierta de moco capturan microorganismos y los empuja hacia el exterior para ser expulsados. En colaboración con estas barreras participan diversos componentes secretados que refuerzan su capacidad protectora (enzimas antimicrobianas como la lisozima, ácido clorhídrico en el estómago, etc) y también los reflejos fisiológicos que contribuyen a expulsar con violencia los microorganismos en desarrollo (estornudo, tos, vómito, diarrea). Aunque la inmunidad constitutiva es eficaz contra muchos de los agentes infecciosos ambientales, es insuficiente ante la presencia de agentes patógenos que pueden evadir o contrarrestar esta forma de inmunidad y al establecerse en el individuo inician su multiplicación y le resultan nocivas.

 
LA RESPUESTA INMUNOLÓGICA

es el mecanismo más eficiente para la eliminación de materiales extraños. Se compone de dos procesos, la RESPUESTA INNATA y la RESPUESTA ADAPTATIVA que se presentan sucesivamente e interaccionan entre si, lo cual aumenta su eficacia individual. Ante la presencia de cualquier agente extraño al organismo, la primera en manifestarse es la RESPUESTA INNATA, que es inespecífica y se dispara con gran rapidez. Las moléculas diferentes a las propias que se ubican en esos agentes son reconocidas como extrañas por receptores en la superficie de células cebadas, fagocitos y células NK. Como resultado de esta interacción, de inmediato las células se activan y secretan moléculas, conocidas como “mediadores”, que van a limitar la difusión o expansión del extraño. Las células cebadas liberan histamina y leucotrienos, que son quienes provocan la inflamación local que tiende a focalizar el proceso infeccioso; también liberan factores quimiotácticos que atraen a las células fagocíticas al sitio y éstas inician la ingesta de los agentes patógenos.

Los fagocitos (neutrófilos y macrófagos) tienen dos funciones muy importantes, una es la de capturar, ingerir y destruir en su interior a los materiales fagocitados y la otra es la de secretar moléculas de comunicación intercelular conocidas como citocinas. Las citocinas llamadas interleucina 1 (IL-1), interleucina 6 (IL-6) y factor de necrosis tumoral (TNF), tienen efectos muy importantes a distancia al promover el aumento de temperatura corporal (fiebre), anorexia, somnolencia, malestar general, leucocitos y elevación de proteínas de fase aguda (proteína C reactiva, por ejemplo). Todos estos efectos son característicos del inicio de un proceso infeccioso (síntomas prodrómicos) y no son más que la manifestación de los primeros intentos del organismo para eliminar al invasor. Las células NK (asesinas naturales) son importantísimas para eliminar células que han sufrido cambios en su fisiología. Así, las células que están infectadas por virus o que se han transformado neoplásicamente, son inmediatamente identificadas e inducidas a suicidarse mediante un proceso de muerte programada (apoptosis) por el que se destruyen sin violencia y sin afectar a los tejidos circundantes. 
 

La RESPUESTA ADAPTATIVA es más compleja y por mucho, es la más eficaz para eliminar agentes extraños. Se induce por moléculas que colectivamente se llaman antígenos y que forman parte estructural de todos los virus, microorganismos y células. Al infectarnos con alguno agente infeccioso y sufrir la enfermedad correspondiente, los antígenos que contienen, inducen una respuesta adaptativa, muy específica, que se encarga de bloquear y eliminar precisamente a ese agente. Simultáneamente se induce un estado de memoria que permite una respuesta específica más rápida y de mayor magnitud (respuesta secundaria) cuando el mismo agente vuelve a presentarse en ese individuo. Esto lo podemos ver claramente con las enfermedades infecciosas propias de la infancia, como por ejemplo la causada por el virus de la varicela, que en su primer encuentro es causante de una enfermedad aguda que se cura por efecto de la respuesta adaptativa primaria y deja un estado de memoria. Cada vez que el sujeto vuelve a encontrarse con el virus de la varicela, la respuesta secundaria impide el desarrollo del virus y en consecuencia no vuelven a presentarse cuadros de varicela.

Las vacunas son preparaciones antigénicas que aunque provienen de agentes infecciosos o tóxicos, se les ha eliminado su capacidad patogénica pero se les ha preservado su antigenicidad. Así, su administración es muy segura, ya que inducen respuestas adaptativas específicas, pero sin el riesgo de provocar enfermedad. La respuesta adaptativa es capaz de eliminar agentes infecciosos o células neoplásicas mediante la actividad de linfocitos específicos (respuesta celular) o de moléculas solubles mejor conocidas como anticuerpos (respuesta humoral).

 
La RESPUESTA ADAPTATIVA CELULAR es llevada a cabo por células T, llamadas así por haber madurado en el timo. Hay dos subpoblaciones de células T, las T cooperadores o Th (del inglés helper, que coopera) y las T citotóxicas o Tc. Ambas subpoblaciones se pueden distinguir una de otra por la presencia de las moléculas de superficie CD4 en los Th y CD8 en los Tc. Cuando las células T reconocen su antígeno específico proliferan y forman una clona celular constituida por células T de memoria, de vida prolongada, y células T efectoras, de vida corta. De las primeras depende la memoria inmunológica y de las segundas los mecanismos de eliminación de agentes extraños, principalmente los intracelulares. Las células T efectoras que son CD4+ forman grandes cantidades de citocinas que aumentan la capacidad de protección de otras células como los macrófagos o las células NK y cooperan con los linfocitos B en la formación de anticuerpos. Las células T efectoras que son CD8+, citotóxicas, provocan la apoptosis de células infectadas por virus y de las que son neoplásicas.      

 

La RESPUESTA ADAPTATIVA HUMORAL depende de las células B, que son las precursoras de las que forman anticuerpos. Los anticuerpos se definen como moléculas inducidas por un antígeno y que solo se combinan con ese mismo antígeno. Bioquímicamente corresponden a la familia de las inmunoglobulinas (Ig) y están formadas por una estructura básica de cuatro cadenas polipeptídicas: dos pesadas (H, del inglés heavy) y dos ligeras (L) que conforman una molécula con tres porciones globulares, dos tienen sendos grupos de combinación con el antígeno (fragmentos Fab) y la tercera (Fc) confiere propiedades complementarias muy importantes en sus funciones. En el humano hay cinco clases de Ig, llamadas IgM, IgG, IgA, IgD e IgE. Cualquier agente infeccioso ubicado extracelularmente en el medio interno del organismo, al combinarse con anticuerpos de cualquier clase es neutralizado lo cual impide el avance de la infección y favorece la eliminación del agente.

La IgM es la más grande ya que está formada por cinco unidades básicas; es la más eficiente de todos los anticuerpos porque es la que se forma primero y tiene 10 sitios potenciales de combinación. La IgG es una molécula formada por una sola unidad básica, sin embargo alcanza la mayor concentración de todas, persiste por mucho más tiempo y está asociada a funciones importantes en la protección, incluyendo el paso a través de la placenta. Tanto la IgM  como la IgG activan el sistema del complemento y así no solo se destruyen los microorganismos, sino que también se amplifica la inflamación y se acumulan fagocitos polimorfonucleares que ingieren al agente. La IgA es muy abundante en las secreciones (respiratorias, intestinales, saliva, leche materna, etc) y confiere la protección local necesaria para detener la invasión de muchos agentes que entran al ser respirados, con el agua y los alimentos, etc. La IgE es la responsable de los fenómenos alérgicos, sin embargo su función en la protección es ante las parasitosis por helmintos.

 
 
   
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